Díaz Gómez, Rocío: "El sexto dedo"
"El sexto dedo"
Exposición "Recoger el guante" Tertulia Literaria "Rascamán"
Exposición "Recoger el guante" Tertulia Literaria "Rascamán"
EL SEXTO DEDO
Su madre le tejía guantes de seis dedos.
Y cuando iban por la calle, en vez de cogerle de la mano, le agarraba del dedo hueco de lana, buscando que su niño creciera independiente y se sintiera casi libre desde el primer momento.
Otros niños habrían dejado el guante colgando por el sexto dedo de la mano de su madre, antes de correr alocados hacia los primeros columpios con los que toparan. Pero gracias a ese frágil pero abrigado contacto, comentaba con orgullo la madre, su obediente niño se sentía tan libre que no necesitaba correr, manteniéndose a su lado hasta que ella le animaba a subirse en ellos.
Cómo iba a imaginar aquella madre que su niño en cuanto llegaba al cole, mirando de reojo las manoplas de sus compañeritos, hacía una pelota de lana con los dos guantes de seis dedos y la escondía rápidamente en el fondo de la cartera.
Después, con una tímida sonrisa, acercaba su manita desnuda y caliente a la mano de su maestra, cuyo cobijo buscaba siempre al entrar y salir de clase.
Y cuando iban por la calle, en vez de cogerle de la mano, le agarraba del dedo hueco de lana, buscando que su niño creciera independiente y se sintiera casi libre desde el primer momento.
Otros niños habrían dejado el guante colgando por el sexto dedo de la mano de su madre, antes de correr alocados hacia los primeros columpios con los que toparan. Pero gracias a ese frágil pero abrigado contacto, comentaba con orgullo la madre, su obediente niño se sentía tan libre que no necesitaba correr, manteniéndose a su lado hasta que ella le animaba a subirse en ellos.
Cómo iba a imaginar aquella madre que su niño en cuanto llegaba al cole, mirando de reojo las manoplas de sus compañeritos, hacía una pelota de lana con los dos guantes de seis dedos y la escondía rápidamente en el fondo de la cartera.
Después, con una tímida sonrisa, acercaba su manita desnuda y caliente a la mano de su maestra, cuyo cobijo buscaba siempre al entrar y salir de clase.
Rocío Díaz Gómez
Mira el vídeo con la lectura de la autora:
Yo escribía. Pero mientras, me licencié en Psicología por la UAM. Seguía escribiendo. Después, me preparé para un trabajo. Y seguía escribiendo cuentos. Unas veces me los premiaron. Otras, todas, me acunaron en los días grises. Vivo escribiendo cuentos.
Siempre, cuentos.
Siempre, cuentos.
Mantiene el blog: rociodiazgomez.blogspot.com
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